viernes, 29 de junio de 2007

El Enigma.

Se aceptan respuestas (esto lo saque de un cuento).

¿Cuál es, de todas las cosas del mundo, la más larga y la más corta, la más rápida y la más lenta, la más divisible y la más extensa, la más abandonada y la más añorada, sin la cual nada se puede hacer, devora todo lo que es pequeño y vivifica todo lo que es grande?.

viernes, 22 de junio de 2007

Dos cuentos de terror y uno.

La cita de Fredric Brown al principio de su cuento La Llamada dice: "El último hombre sobre la tierra estaba sentado sólo en una habitación. Sonó una llamada a la puerta..." Brown no dice nada del autor de dicho cuento. Su nombre es Thomas Bailey Aldrich, y el cuento de él, en su libro Works, diferencia un poco de la cita que hace Fredric Brown: "Una mujer está sentada sola en una casa. Sabe que no hay nadie más en el mundo: todos los otros seres han muerto. Golpean a la puerta."

A eso se le llama verdadero terror. Los dos pueden manejarse, casi, de la misma manera. La diferencia es que la cita de Brown deja un fisura para pasar del terror a lo cotidiano: puede ser un animal, o puede ser una mujer o un monstruo, o lo que ustedes quieran pensar. Mientras que Bailey es más especifico, pero también deja a los lectores la parte que les corresponde: elegir entre sus miedos al ente detrás de la puerta. Cuantas soluciones para un cuento tan pequeño. Hermoso.
Este poema se lo dedico a los pinches medios y al gobierno puto –ellos hacen cosas peores con el país- que se rasgan las vestiduras por una bandera embarrada en el big brother australiano. Además, técnicamente hablando, no era nuestra bandera.

La patria entre mierda
(Sergio Witz)
Yo
me seco el orín en la bandera
de mi país,
ese trapo
sobre el que se acuestan
los perros
y que nada representa,
salvo tres colores
y un águila
que me producen
un vómito nacionalista
o tal vez un verso
lopezvelardiano
de cuya influencia estoy lejos,
yo, natural de esta tierra,
me limpio el culo
con la bandera
y los invito a hacer lo mismo:
verán a la patria
entre la mierda
de un poeta.

lunes, 18 de junio de 2007

Un cuento.

Leí un cuento de Omar Bravo: La Penthouse del mes. De entrada haré algunos señalamientos sobre el mismo:

1.- El cuento se atropeya demasiado al repetir "Señor Perez" constantemente. Con ello le gasta fluidez al texto.

2.- Dá, en demasía, detalles innecesarios de los personajes y las circunstancias, restando al cuento recovecos que sí son indispensables para lograr la veracidad necesaria y el misterio que todo cuento debe tener: nunca hay que dar muchos datos al lector; él mismo debe encontrarlos en la historia.

3.- Sobrecargar de datos una circunstancia no es sinónimo de ambientar un entorno o explicar la personalidad o el físico de un personaje. Cito: "El señor Pérez, hombre famélico, úlcera gástrica, misógino las más de las veces, fervoroso creyente de la medicina oriental, no pudo evitar que la sangre, como una aguja china que se inserta de pronto, tibia, deliciosamente, le hormigueara en el miembro completamente fláccido, habría que decirlo, como una media mojada." Ello, hace un personaje acartonado. Mi recomendación sería explicar estas características en el trascurso del cuento, pero sólo las necesarias.

4.- Otro problema que veo es la saturación de adjetivos sobre un mismo evento, llenando de paja las líneas y haciéndolo, erroneamente, más largos. Pareciera que a Bravo le pidieron un número determinado de cuartillas.

5.- El hecho de hacer de la mujer un personaje desinhibido ante un hombre retraído, y la constante referencia de los placeres sexuales de ésta, trae como consecuencia que el final se descubra antes de llegar al clímax del mismo texto, y se acentúa más al narrar, en forma de crescendo, cuando los personajes llegan al departamento. El nudo de la historia se vuelve endeble, presintiendo así el final. Que las insinuaciones de la mujer son mentiras, que pasará algo -sea lo que fuere- que no lo lleve al fin de la propuesta y quede, aún más, sin sentido su vida, como el mismo autor lo va mostrando. Porque al menos, al leerlo, dá la sensación de que el autor trata de darnos una sorpresa.

6.- Sin embargo, creo que el cuento describe una párabola desde el inicio hasta el final. Desde las propuestas de sexo hasta el decaimiento moral y de ánimo del personaje Pérez. Pero lo que le faltó a la historia, para que esa párabola describa en su totalidad el sube y baja del drama, fue que Omar lograra sujetar los cabos que él mismo deja sueltos, sin una concordancia aparente, como en los otros puntos señalo.

7.- El final sí que es grandioso: "El señor Pérez en un lento, convencido gesto de abandono, de tedio, de pereza, suspiró un par de veces, se rascó la cabeza y abandonó la cama. Luego, sintiendo el borde frío del escusado oprimiéndole las nalgas, la dureza de las rodillas en el pecho, la blancura resplandeciente de los azulejos en el baño, su barriga increíble, mientras imaginaba aquel cuerpo desnudo y delicioso, firme, joven, imposible, se cortó una a una, lenta y trabajosamente, las uñas de los pies." Creo que cada uno de los adjetivos están en el lugar preciso y dando la pausa para llegar a un final de tedio. Por sí solo es una estampa; lo que puedo recomendar a Omar Bravo, es que en base a este final rehaga el cuento, que en verdad lo merece. Aunque diga alguien por ahí: lo escrito, escrito está.

P.D. Este comentario es a título personal y no necesariamente refleja la verdad. Es, como yo, el autor de este escrito, mira desde su perspectiva lo hecho por Omar.

miércoles, 13 de junio de 2007

Libros y más libros.

Cayó en mis manos un librito editado por altanoche; su nombre: MonsTruario, de Iván Ballesteros Rojo. No me sorprende encontrar en este pequeño libro lo que en muchos otros (igual de aburridos que éste) las mismas sandeces y recursos literarios pobres, dando la idea del tipo de literatura joven que se escribe en Sonora.

De inicio, el prólogo hecho por un tal Franco Felix, echa mano de toda clase de artilugios y definiciones un tanto confusas para un libro que en realidad no tiene ni la mínima calidad o propuesta; pareciera que el escrito de Felix fue hecho en plena francachela con el escritor para darse elogios mutuos.

No puedo definir-desde el punto de vista de la concepción literaria- una entrada de dicho libro, ya que todos los cuentos son planos y sin una viva imagen de lo que allí se quiere expresar.

Monstruario presenta la carencia que padecen los escritores jóvenes de Sonora, que al escucharlos en conjunto, uno puede darse cuenta de los lugares comunes que ellos mismos provocan al tratar temas idénticos y de manera similar, sin el mínimo esfuerzo por desarrollar una voz propia. Iván Ballesteros no es la excepción.

El librito parece el anecdotario de un pequeño burgués tratando de dar a conocer al mundo sus elucubraciones mentales, donde no se encuentra un compromiso con la palabra, ni un flujo constante de la idea en cada cuento; el hecho de mentar madres, vergas, o tratar temas que parecieran dar la idea de ser fuertes, no le da la fortaleza que un buen libro de cuentos requiere. Estos temas, bien manejados y con una escritura pulida, pueden lograr el efecto deseado. Ballesteros falla, como todos sus compañeros, al intentar insertar en su escritura frases que se pueden encontrar en cualquier esquina, pero como todos, lo hace de manera floja, desaseada, quedando cada cuento sólo en un intento.

Cuando uno lee a jóvenes como Iván Ballesteros, puede descubrir que les hace falta algo: leer. Dan la impresión de que creen que con su escritura descubrirán el hilo negro de la literatura. O leen sin leer, y cuando llegan a escribir algo no se dan cuenta de la influencia tan grotesca en que caen: el copismo. Bien puede decirse que Monstruario es una mala copia de Bukowski, José Agustín o Armando Ramírez.

Los cuentos de Monstruario no presentan ni siquiera un final sorpresivo de la estructura clásica de los cuentos. Su carencia de fondo estructurado y de substancia temática, los convierten en un hecho fortuito: ¡ay! se me cayó el vaso. No dicen nada. Apenas llegan a ser nihilismo preparatoriano.

Iván, te recomiendo que pienses dos veces en volver a publicar. No caigas en la trampa de algunos de tus compañeros; el hecho de publicar muchos libros no te hace buen escritor. Tómate tu tiempo y vuélvete autocrítico, exigiéndote más; no seas autocomplaciente. Yo sé que en el fondo sabes que te falta mucho de ésto.